Ritchie Ricón


La primera vez que vi algo de Guy Ritchie fue allá lejos a mis dieciocho, diecinueve apesumbrados años. Completamente absorta en el género videoclipero que MTV había instaurado en mi retina y en mi percepción narrativa, Juegos, trampas y dos armas humeantes era el sueño de toda adolescente crispada de edición acelerada, con refinado gusto por los inglesitos lindos con acento rudo, y una abierta debilidad por los enredos y desencuentros de corte tarantinesco.

Era divertida, visualmente atractiva y con buen gusto para el “homenaje” (la mismísima presentación se asemejaba tanto a la de Trainspotting, que el mortal que no lo haya notado debería morir en manos de Vinnie Jones). El simpático cameo de Sting, una banda de sonido por demás coolera y una trama de gran alcance hacían de esta movie la recomendación infalible, el tópico perfecto para las reuniones con amigos.

Después vino Snatch. Con una temática parecida a la anterior, el mismo humor, pero esta vez con la carita linda del momento luciendo su torneado cuerpo y una de las primeras apariciones de escala masiva del gran Del Toro. Estaba bien, no era la joyita que había sido la primera, pero tampoco apestaba de manera evidente.

De ahí en más todo fue en caída para el chupasangre de Ritchie. Ya en pareja con la reina del pop, se dedicó a vivir de la fortuna conyugal y a justificar su profesión rodando basuras que ni siquiera los yankees (cuyos estomágos soportan productos malolientes y prefabricados como los Jonas Brothers 3-D, las mil y una comedias de Sandler y los comentarios de Paula Abdul) pudieron digerir. Entre éstas, la versión cinco veces más aburrida y ochos veces más rosa de El Náufrago, la inolvidable Swept Away.

Cuando Madonna se cansó de mantenerlo, y después de su humillante divorcio, el ex Sr Ciccone volvió al ruedo con Rockanrolla, cuyo tráiler es tan miserable que ni ganas dan de usar el preciado tiempo Rapidshare para bajarla.

Hoy, a causa del miedo que le debe dar gastar toda su pensión matrimonial en licor, está rodando la versión moderna de Sherlock Holmes. Prevista para la Navidad del corriente año y con las actuaciones del trouble-maker Downey Jr. y el baby face Law, servirá para comprobar de una vez por todas si su ópera prima fue suerte de principiantes o si el tropezón que sufrió de allí en más fue sólo producto de vivir a la sombra de la mujer más poderosa del mundo.

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