"Una tosca media noche"


de un sábado de mucho frío esperaba con ansias el mensaje de texto de Alfredo donde me informaba a qué hora comenzaría a tocar Gran Cuervo. No había visitado su Pure Volume, ni su MySpace ni nada. No sabía nada en absoluto acerca de ellos más que el cariño inexplicable que me unía a uno de sus guitarristas. Un cariño de esos que no necesita el paso del tiempo para ser justificado.

Iba sola, Lamiga tenía un chongo birthday que no se podía perder y yo no podía romper mi compromiso de asistir al gig. Llegué a una casa empapelada con íconos revolucionarios y más suciedad que las calles de Retiro después de una noche de San Patricio. Por un segundo me arrepentí de haber ido, hasta que el abrazo de Alfredo al recibirme me confirmó que no había otro lugar donde debía estar. Me senté, encendí mi cigarro armado y escuché la primera banda: Hongo. Mon Dieu, perdí la peluca en algún acorde de la primera canción y ya nunca más la recuperé.

Hasta ese momento no había muchas personas, más entrada la noche y más cercana la aparición de Gran Cuervo, las cosas cambiarían. Tanto es así que tuve que levantarme, no llegaba a ver por las personas que se habían empezado a agolpar en el pequeño cuarto (cuando se ve a una banda así no da perderse las caras de sus integrantes mientras se dejan llevar por sus propios trances). Trances que todos los demás compartirían. Entre ellos, un muchacho de pantalones muy caídos, cabello largo y oscuro, y actitud rebelde. Lo vi pero no lo vi, mi cigarro y la música me habían privado de mis sentidos. Fue cuando tenía su espalda apoyada sobre mi cara y el pico de su cerveza demasiado cerca de mi vestido que pude verlo con alguna claridad. Después del exabrupto, y a modo de disculpa, me convidó un trago de su cerveza. Le dije que no con mi cara de pocos amigos y se alejó.

“Fue raro, estuvo buenísimo, pero fue raro”, le contesté a Alfredo con honestidad brutal cuando me preguntó cómo había estado. Había algo en sus guitarras que me había hipnotizado, mis desacostumbrados oídos se habían prestado con placer al viaje que los cuervos proponían, pero era imposible pelear con esa incomodidad que produce el género al principio. Sabía que no era mi última vez frente a estos muchachos y sentí que el gen de seguidora se había instalado.

Lo saludé, le agradecí haberme invitado e insistido en que vaya, estaba feliz de haberlos escuchado. Llamé un auto y me senté a esperarlo en un umbral. Y entonces volvió. El chico de los pantalones caídos apareció por la esquina, me miró y se detuvo. No recuerdo qué me dijo en un principio, pero sí recuerdo que compartimos la gracia de haber escuchado la intro de No Surprises a manos de Gran Cuervo. Eso nos llevó a las From the Basement y a otros tópicos que fueron abruptamente interrumpidos por la llegada de mi auto. Tenía que irme, Lamiga me estaba esperando en la fiesta, los choferes no gustan de esperar y el frío era asesino. Me subí al auto, los cuervos me habían robado las neuronas y un desconocido, varias sonrisas.

Hoy, varios muchos meses después, el desconocido me abraza antes de dormir y Gran Cuervo edita Polisessions Volumen I.

El EP abre con Marcellus Wallace Song, tan violenta y poderosa como la venganza que te espera por darle un masaje en los pies a la mujer del jefe de la banda, cuyo rostro no se conoce pero su falta de piedad se anticipa.

Grosso Corvus, la canción más corta del compilado, con un bajo rebana cerebros y por primera vez la voz de los Brandon Lee obligándote a buscar adentro, a escuchar el grito, en lugar de huir a lo desconocido. Y me imagino a Tippi Hedren rodeada por estos cuatro muchachos que la acosan hasta que le sangren los oídos.

Alcanzando el estado alfa abre con un estéreo de voces distintas y un “cae” que te transporta y te lleva al abismo mismo del sonido. Los ecos de la caída resuenan mientras una sensual guitarra dibuja formas y des-formas multicolores.

El riff de Ojos… es mi favorito, lejos. En realidad debería decir que Ojos… es mi favorita y ya. Si tuviera que elegir un tema para mostrarle a alguien por qué me gustan y por qué debería gustarle, elegiría esta canción sin dudarlo. Entre los segundos que transcurren desde el 5:20 al 6:28 no me pregunten qué pasa porque me fui, y vaya a saber uno adónde.

Y se termina, el Cuervo te hizo volar y se va, se despide, despega de este mundo con un funk con vientos y centellas. Y te quedás con ganas de más, como siempre que se vuelve de un viaje.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

wow...

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