Clota


Mi computadora es lo que es no importa para lo que la use. Pensé que pasar tanto tiempo frente a ella me haría rechazarla, apartarla de mi cotidianidad extralaboral. Pero no. Ella es lo que es porque es lo que yo hice de ella. Son las cosas que le puse, el valor que le otorgué por ser mi compañera de tantas maneras, la tecla E repuesta y la eterna culpa que siente una madre cuando ve la imborrable cicatriz de su hijo al haberse lastimado bajo su guardia.

La verdad es que deseo con todas mis fuerzas ser más despojada, menos apegada, pero evidentemente no lo soy y me es inevitable no serlo. El fetiche – palabra que usaría en cada ocasión oportuna, incluso a sabiendas de que su uso fuera tan incorrecto como caprichoso – se manifiesta de muchas maneras and moves in mysterious ways.

Sólo la abandono cuando mi espalda pide descanso de tanta quietud. Y claro, porque “cuando el cuerpo habla, todo lo demás es vacío”. La mejor inversión que he hecho hasta el momento me conduce a la inmovilidad, cuando paradójicamente fue concebida para ser transportada. Así que cual progenitora complaciente, interpreto sus berrinches de traslado y la llevo al cuarto. Ese cambio de aire siempre la hace sentir mejor.

Quizás es solamente un producto del deseo de la mascota que nunca tuve, la tranquilidad de la ausencia quincuagenaria que me permite estar con ella bajo los efectos (cosa que ambas disfrutamos tanto) o la falta de ganas de algo “mejor”, cualesquiera sean las razones - que no necesito - ella es lo más en el mundo.

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